Son años - o quizá horas - desde la última vez que recorrí nuestra hermosa casa familiar en El Valle - Caracas -; y, sin embargo, siempre hay algo que me hace volver a ella, a sus espacios, a su refugio y libertad, a su calidez.

Hoy agradezco que me llevaras tú, mi querido Pombo, con tu preciosa metáfora del árbol que, como verás, me hizo pensar en aquél que prestó sus brazos para que yo aprendiera a volar. Fortaleza, expansión, cobijo, frutos, semilla, pero, sobre todo, raíces, enriquecen este realismo mágico vallero en el que me regodeo y del que a cada instante me nutro, que genera reencuentros – a placer- con mi abuela, mi papá y mi Graciela amados y que me recuerda –como tú hoy- que podemos volar porque en tierra contamos con maravillosas, sabias y rectas personas como tú. 

Te quiero. ¡Bendición!






"Las sensaciones de libertad más grandes de mi niñez asociadas a los vuelos vertiginosos y relajantes del columpio del samán".
Del libro "El Valle", 
dedicado a mi padre 
Federico Alberto Lessmann Vera 
(1925-2003)




Isabel Lessmann E.

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