“Cuando despertó, el Ávila todavía estaba allí”

En Caracas, nuestras historias se mueven en un entorno medianamente común. Compartimos –y sufrimos- las decisiones de nuestros democráticamente elegidos gobernantes e intentamos recibir cada día como una nueva oportunidad. A ese entorno le hemos endosado un protagonismo tan exagerado –y no porque comer, estar seguro en su ciudad o decir lo que queramos, entre tantos otros derechos, no sean prerrogativas de un ciudadano común y corriente- que nos paraliza, nos desgasta y evita que veamos –y disfrutemos- del privilegios de estar vivos.

Lo interno, la esencia, mis creencias, el conjunto de valores y principios que me moldearon son mis herramientas de trabajo, mis fortalezas y a ellas acudo cuando ese entorno se muestra hostil, imposible, angustiante, enervante, irritante, incitador… (¡Y también cuando no lo es!) Porque mi vida es lo único seguro que tengo y es mi deber y responsabilidad sacar el mayor provecho de ella y disfrutarla a plenitud.

Así que:

-   Mientras pueda ver el Ávila, me conectaré con mi fuerza interior y seré fortaleza para los demás.
-   Mientras pueda ver un amanecer, activaré todas mis herramientas por mí, para mí y luego por ustedes y para ustedes.
-   Mientras me ilumine el sol, actuaré sobre mis valores y mostraré con mi ejemplo lo que es correcto.
-  Mientras tenga un espejo al frente –mis padres, mi familia, mis estudiantes, mis amigos, mis vecinos, mis compañeros- les mostraré mi mejor versión, sin ambigüedades ni dobles intenciones; somos ejemplo, lo sepamos o no.
    Y si no me gusta algo, ¡no callaré y haré algo al respecto!




    Foto: F. Lessmann 1857. El Ávila sigue allí… 




    Isabel Lessmann E.

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