¿Quién tiró esa piedra?

“Hay una estrecha e indisoluble relación
entre la palabra,
el pensamiento y la acción”.


Arturo Uslar Pietri


En Venezuela, estamos de duelo nacional. Las palabras siguen espetándose al viento como si de piedras se tratasen, libertinas y en alto vuelo, a veces sin rumbo, otras dirigidas al centro de una diana definida. Estas palabras, que tienen vida propia y conocen y asumen su rol, su dirección y su fin, siempre llegan a su destino, y con toda su carga, cuando su mensaje es escuchado o leído. Muchos son los caídos.

La violencia y la agresividad son dos males de mucha data en nuestro país. Exacerbadas en los últimos tiempos, son dos residentes de la caja de Pandora que salieron a merodear juntas de la mano del “quítame esta paja” de estos días. Las susceptibilidades están a tope, las respuestas se apresuran sin siquiera conocer las preguntas y las euforias y angustias dan cuenta de la tensa situación social que marca este primer trimestre de 2013. Unos pensamos tres veces antes de hablar y escribir y otros dan rienda suelta a sus amenazas e insultos en la misma proporción. Y a los diez minutos, unos lanzamos improperios y gritos y los otros se dan golpes de pecho. ¿Quién tiró esa piedra?

Nuestro derecho a expresar lo que sentimos pasa desde el terrible tamiz de la autocensura hasta el miedo de ser atacado verbal o físicamente si lo que expreso no está dentro del lineamiento “de la mayoría”. Son tiempos difíciles marcados por la intolerancia. Pregunten a cualquiera, TODOS sentimos lo mismo.

Son muchos años ya, demasiados, de verborrea hiriente por parte de los máximos representantes de las instituciones civiles y militares más importantes del país. Llegó a convertirse en un ejemplo a seguir y el “pueblo”, liberado de convencionalismos, y sin cuestionar su moral, se lanzó a la imitación. Cuestiones del modelaje, pues, nada personal. Y es que ya no es “la pobreza de léxico, el abuso de comodines y palabrotas”  sino la falta de respeto al otro. Me sé con derecho a decir lo que siento y pienso, pero, ¡cuidado!, tú no puedes disentir de mí.

En Venezuela, seguimos de duelo nacional. El presidente constitucional del país, Hugo Chávez, falleció hace pocos días. Su familia, compañeros y seguidores lo lloran a rabiar. Se une a los más de 150 mil venezolanos, anónimos para la mayoría, fallecidos en estos recientes diez años. A todos los seres humanos nos espera ese fin; unos nos preparamos mejor, otros no tenemos tiempo o voluntad para hacerlo, otros lo negamos… Las despedidas siempre son duras, más cuando no las esperamos ni las deseamos. Paz para todos ellos.

Las palabras ayudan, consuelan, fortalecen, redimen, resuelven… Crea las palabras que te mantendrán activo, alegre, amable, sereno, compasivo, inspirado, generoso. Regala a tus familiares palabras de amor, de esperanza, tolerancia y unión. Encontrarás alivio y bienestar en ellas. Tus palabras se convertirán en intenciones y, finalmente, en acciones. Comencemos por allí.

Venezuela seguirá adelante, con sus altibajos, quien quiera sea el próximo presidente. Es la misma confianza que tengo en que despertaremos, acallaremos el entorno, volveremos la mirada para re-conocer a quienes tenemos al lado y aprenderemos a escucharnos y a escuchar a los demás. Vendrá el equilibrio. Creceremos a partir de la unión y la aceptación; imprescindible es reforzar la espiritualidad. La que nos guste, la que queramos. Nos generará bienestar.

Lo importante es no perder la perspectiva, aceptar que vivimos en sociedad, que todos tenemos derecho a opinar, a disentir, y que ese derecho no puede ser exacerbado por las emociones ni los sentimientos. Evitaremos traspasar los límites e irrespetar los espacios para imponer nuestra opinión. La solución no puede ni debe ser el silencio; la solución jamás debe ser la autocensura, la solución nunca debe ser anular nuestra conciencia y pensamientos. Cualquier cambio nace de nosotros. No saquemos conclusiones precipitadas y actuemos sobre ellas. Escuchemos a los demás, aceptémoslos. Pensemos en la reconstrucción, en el esfuerzo de cada quien, en la armonía, en la unión. “Nadie puede tirar la primera piedra”, lo pido en voz alta.


ARTÍCULO PUBLICADO EN GUAYOYO EN LETRAS

Isabel Lessmann E.


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